PARROQUIA DE LA STA CRUZ

Barrio de la Cruz. Bilbao (Begoña)

23 abril, 2007

TERCERO DE PASCUA

Texto del Evangelio (Jn 21,1-19):
En aquel tiempo, se apareció Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera. Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dice: «Voy a pescar». Le contestan ellos: «También nosotros vamos contigo». Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada.

Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Díceles Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis pescado?». Le contestaron: «No». Él les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces.


El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es el Señor». Al oír Simón Pedro que era el Señor se puso el vestido —pues estaba desnudo— y se lanzó al mar. Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos.

Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan. Díceles Jesús: «Traed algunos de los peces que acabáis de pescar». Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: «Venid y comed». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?», sabiendo que era el Señor. Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez. Esta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.

Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?». Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos». Vuelve a decirle por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas». Le dice por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras». Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme».

Comentario
Hoy, tercer Domingo de Pascua, contemplamos todavía las apariciones del Resucitado, este año según el evangelista Juan, en el impresionante capítulo veintiuno, todo él impregnado de referencias sacramentales, muy vivas para la comunidad cristiana de la primera generación, aquella que recogió el testimonio evangélico de los mismos Apóstoles.

Éstos, después de los acontecimientos pascuales, parece que retornan a su ocupación habitual, como habiendo olvidado que el Maestro los había convertido en “pescadores de hombres”. Un error que el evangelista reconoce, constatando que —a pesar de haberse esforzado— «no pescaron nada» (Jn 21,3). Era la noche de los discípulos. Sin embargo, al amanecer, la presencia conocida del Señor le da la vuelta a toda la escena. Simón Pedro, que antes había tomado la iniciativa en la pesca infructuosa, ahora recoge la red llena: ciento cincuenta y tres peces es el resultado, número que es la suma de los valores numéricos de Simón (76) y de ikhthys (=pescado, 77). ¡Significativo!

Así, cuando bajo la mirada del Señor glorificado y con su autoridad, los Apóstoles, con la primacía de Pedro —manifestada en la triple profesión de amor al Señor— ejercen su misión evangelizadora, se produce el milagro: “pescan hombres”. Los peces, una vez pescados, mueren cuando se los saca de su medio. Así mismo, los seres humanos también mueren si nadie los rescata de la oscuridad y de la asfixia, de una existencia alejada de Dios y envuelta de absurdidad, llevándolos a la luz, al aire y al calor de la vida. De la vida de Cristo, que él mismo alimenta desde la playa de su gloria, figura espléndida de la vida sacramental de la Iglesia y, primordialmente, de la Eucaristía. En ella el Señor da personalmente el pan y, con él, se da a sí mismo, como indica la presencia del pez, que para la primera comunidad cristiana era un símbolo de Cristo y, por tanto, del cristiano.

Etiquetas:


Sigue...

19 abril, 2007

UN DIA EN LA PARROQUIA

Monumento

La mañana se había despertado templada y aunque unas densas nubes de color gris pardo taponaban el cielo de Bilbao, no se preveían lluvias para la mañana. Un ligero viento procedente de la costa, obligaba a sujetar los periódicos debajo del brazo, con el fin de mantenerlos controlados.
Nos sorprendió ver a Patxi, párroco de la Iglesia de la Santa Cruz, sentado en el banco de madera, en el pórtico de la Parroquia. Tranquilamente conversaba con un par de feligreses acomodados a su derecha.

Un momento de la ceremonia
Primeras lecturas de la Misa


Al sentirnos llegar, levantó la cabeza y con un gesto de asombro, nos dió un efusivo saludo.
-Vamos para adentro, para preparar la Misa- nos dijo, mientras perezosamente se incorporaba y nos marcaba el camino hacia el interior del templo.
Instantes después, me encontraba preparando las lecturas de la Misa, del Domingo primero después de Pascua, en el ambón del altar. Las flores, colocadas primorosamente a todo lo largo y ancho del altar de forma espectacular, delataban la mano femenina.
Con puntualidad suiza, a las once y media, Patxi revestido de sus ornamentos sagrados, salía cerrando la puerta de la sacristía dirigiéndose al altar y saludándonos con un sonoro “Buenos días, a todos y a todas.

Epistola


El tema de la homilía se centró en el pasaje evangélico en que Santo Tomás, incrédulo como ya sabemos, volvía a negar la Resurrección del Hijo de Dios y a repetir la famosa frase “Si no lo veo, no lo creo”.
Con diáfana claridad, nos fue explicando los extraños comportamientos del discípulo de Jesús, desde una perspectiva novedosa, que hizo mantener la atención de la concurrencia durante el tiempo que duró la plática.
No hay duda de que las indicaciones sencillas y breves son la forma más directa de llegar a todos y todas, teniendo en cuenta que las almas sencillas son las más fáciles de conformar.

Horacion
Orar hermanos...



No hay duda que nuestro querido párroco, ha conseguido que la Misa de las once y media, se haya convertido en un acto multitudinario de fieles devotos de la Virgen, que venciendo la pereza justificable de la hora temprana, acuden incondicionalmente todos los domingos a la celebración Eucarística.

Evangelio

De una forma sencilla y fraternal la cita dominguera se ha convertido en un acto social/religioso a través del cual, a demás de dar culto al Padre Celestial, se aprovecha el momento, a la salida del recinto parroquial, para ponernos al día de los acontecimientos sucedidos a lo largo de la semana, comentando con nuestros conocidos y amigos, lo más reseñable de los pasados siete días, a la antigua usanza, y que tanto gustaba a nuestros abuelos, costumbre que por cierto se ha perdido.
Estas pequeñas tertulias, de lo más afables, nos ponen en contacto con otras problemáticas ajenas a las nuestras, que en cierto modo hacen que nos sintamos más conformes con nuestras dolencias.

Feligreses
Vista interior del templo


Que Dios guarde muchos años a nuestro querido pastor, para poder seguir disfrutando de este dominical encuentro, así como a Silvia, la incondicional supervisora de la parroquia que con él colabora íntimamente.
Un saludo para todos.

Etiquetas:


Sigue...